Hace un par de semanas me pasó algo que ya hacía tiempo (bastante) no me sucedía. Nosotras las mujeres cuando estamos en relaciones estables nuestra vida cambia. Cambian los lugares nocturnos que visitábamos, cambian algunos hábitos, pensamientos, etc. Cuando la mayoría de las cosas una las hace junto a su pareja y se tienen que separar por la razón que sea (no por ruptura), pues ese momento es diferente. En mi caso les confieso que me sentí rara, sumamente rara. La realidad es que llevo con mi pareja 7 años y no nos habíamos separado para nada, ni para viajar. Hasta cuando viajábamos, ya fuera yo o fuera él nos íbamos juntos.
Bueno, hace un mes, salí de la Academia a las 7:30 pm. Mi pareja andaba por España, tocando por allá, quizás por eso me sentí así. España, ¿porqué no pude ir?, por el dinero, claro. Decido irme a comer algo rápido en un restaurante que me gusta mucho. Llego allí y me saluda amablemente uno de sus propietarios. Pido ½ botella de vino y unas tapas, solo para pensar que estaba por allá. Al lado mío, específicamente dos sillas después está sentado un hombre que por lo que puedo ver de reojo es entrado en edad. Siento que me mira. Pienso, bueno esta noche estoy sola, mi pareja está de viaje, este es mi momento para mí. Pero, no fue así. El hombre me sigue mirando. Volteo la cabeza y lo miro. ¡Oh Dios! Es mayor y con complejos. ¡Tiene el pelo pintado de rubio y el bigote de negro! ¿Quién le dijo a los hombres que así se verían mejor? Es horrible. Para colmo es bajito, pero se cree el mejor chulo que podrías haber visto.
Se va y me dice, “buen provecho” con una guiñá. Aguanto la risa y le digo “gracias”. En eso llega a mi mano izquierda y con una silla de por medio un gordito. El gordito me mira y me sonríe, yo volteo la cabeza para el otro lado. Pienso, yo que vine aquí a pasarla tranquila a tomarme este vino y los hombres que se creen que estoy buscando “algo”. Bueno unos minutos después llega este otro hombre fornido, se ve que hace ejercicio, joven, me mira y me sonríe. Se sienta una silla después al lado derecho mío. O sea, rodeada de diferentes personalidades uno a la derecha y otro a la izquierda. Ahora no puedo voltear la cabeza.
Las miradas que ambos me hicieron no fueron miradas ni sonrisas de amabilidad y respeto, sino que fueron con mensajes de “¿hola te puedo invitar a algo?” Aguanto la risa y pienso, solo vine aquí a despejarme la mente. Yo jamás imaginé que a una gordita como yo le pasaría esto. Si porque hay que reconocer que estoy gordita, el chicho de la barriga se ve muy bien y se marca en la ropa, por no mencionar los brazos. Quizás del gordito sí, pero del fisiculturista no. Bueno, hay hombres fisiculturistas que les gustan las gorditas y quizás este es el caso de esta persona.
El fisiculturista me dice en voz alta: “buenas noches y buen provecho”, es obvio que lo tengo que mirar y cuando lo hago el me sonríe nuevamente. Le digo “gracias” lo miro con detalle y me doy cuenta que es policía. Es policía no porque lleve el uniforme porque no lo lleva, sino porque tiene una identificación. Por cierto, escondida no es fácil darse cuenta de eso. Rápidamente me dice “¿usted viene mucho por aquí?” “No”, respondo yo y procedo a preguntarle: “¿usted es policía, verdad?” Me mira sorprendido y me dice “si, ¿cómo se dio cuenta?” Le digo, “por la ID Card que lleva a mitad de su pantalón”. Se ríe y me dice “muy observadora, ¿usted no tiene problemas con la policía verdad?” Entiendo el mensaje y le digo aguantando la risa y asombrada “¡No! Para nada”.
En eso me volteó ya que el gordito del lado izquierdo le dice al compañero que lo acompaña que coma, que coma como yo lo hago y cito: “mira esa muchacha tan linda como se come ese pan, ella no tiene problemas con eso”. Se los juro, no sabía qué hacer. Solo pude mirar al gordito y sonreírme. Mi sonrisa fue como una sonrisa forzada, esas que dicen: si claro, ¿por qué no te callas? Ahí cuando me volteo hacia él, el me dice: “oiga ¿hace cuánto tiempo usted no come pan?” “¡Qué!” Dije yo, “que ¿hace cuánto tiempo usted no come pan?” Abrí los ojos bien grande y le pregunte “¿por qué usted me hace esa pregunta?” “¡No! No me malinterprete, es que usted se está comiendo ese pan con un gusto increíble y ¡disculpe!”
“Bueno, yo, pues no sé, (se los juro me quede sin palabras, estaba en medio de flirteos y me sentí fuera de la cancha!), es que el pan está muy bueno”, solo pude decir eso. El me miró y me sonrió nuevamente. Su mirada fue la de un violador, me ligo de arriba abajo. Volteo la cabeza y decido mirar al frente, si a ver todas esas botellas de licor que hay en la barra puesta. Pienso, no voy a mirar ni para la izquierda ni para la derecha, esto es un campo de batalla, cuando en eso el policía me dice: “¿está usted sola en su vida?” “¿Cómo?!” Dije yo, sumamente sorprendida. “Que si ¿está sola en su vida?” “Eh! Pues no, tengo pareja”. “¡Ah! Y ¿por qué no está con usted? ¡Wao! Interrogatorio policiaco incisivo.
“Bueno, mi pareja anda por España, y usted es ¿policía encubierto? ¿Agente?” “ Si soy encubierto”, dice él, “usted sabe mucho de los policías, parece”. “No, yo no sé mucho de los policías.” “Pero bueno, dice él, sabe observar, pudo ver mi ID Card de policía y adivinar que soy encubierto.” “Yo no adivine nada, solo pregunté y usted contestó.” El se ríe y me dice “usted es muy inteligente”. En eso le entregan la comida en una bolsa, la paga y cuando se levanta, se acerca y me dice estoy en el cuartel de San Agustín, ve a verme por allí, tira su guiñá, su sonrisa y se va. Me quede sorprendida y sin palabras nuevamente, ¿qué era eso? Una invitación a ¿qué? No voy a hacer conjeturas ni a pensar.
Justo cuando pensé que ya no iba a tener molestias que ya que el policía se fue y que el gordito estaba en su conversación con su amigo, es que el gordito interrumpe su conversación y me dice, “¿tu vienes mucho aquí?” Otra vez a la batalla pienso yo y le respondo “No”, el me dice “yo tampoco, solo vengo una vez al mes, tu sabes yo viajo mucho, hago muchos viajes a las Islas del Caribe”. “¡Ah!” Dije yo con un tono de aburrida. En eso se levanta el gordito y me dice, “bueno preciosura nos vemos, a ver si la próxima vez te encuentro aquí, chao” y tira un beso. Se los juro me volví a quedar muda y sin palabras. Me miré yo misma, miré mi ropa, fui al baño y me miré en el espejo: no tengo ningún escote, no tengo maquillaje excesivo, estoy natural, sencilla, nada dice de mí: ¡hola! Soy Annie, ¡estoy disponible! Regreso a mi silla termino mi copa, en eso llega un hombre pequeño y tira su sonrisa de “estoy buscando” y yo me dije a mi misma en mis pensamientos: ¡Oh no! Ya tuve que bregar con el viejito pintoresco, el gordito besucón y con el policía seguridad mano dura, ahora con el enano extranjero ¡no!, ¡La cuenta por favor! ¡Grite!
Annie Santiago Tosado
Copyright 2010